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Sobre el Neovampiro

15/07/2010

Releyendo Danza macabra (Valdemar), ese brillante ensayo de Stephen King sobre el terror en el siglo XX, encuentro un análisis de la figura del vampiro clásico que podría arrojar cierta luz sobre el fenómeno Crepúsculo. Para King, el conde Drácula representaba una suerte de fuerza sexual primitiva abriéndose paso por la Inglaterra victoriana: incluso el lector más mojigato perdonaba los excesos eróticos de la novela (verbigracia, el ataque de las vampiras a Jonathan Harker) porque Bram Stoker insistía en que sus personajes se enfrentaban a un Mal subyugante y todopoderoso, capaz de obligarnos a actuar contra nuestra voluntad. Lucy sería el ejemplo más diáfano de ello: «durante el día, una cada vez más pálida pero perfectamente apolínea Lucy mantiene su cortejo apropiado y decoroso con su prometido, Arthur Holmwood», sostiene el autor de Bajo la cúpula (2009). «Durante la noche, se entrega con dionisíaco abandono a su oscuro y sangriento seductor».

King ve al vampiro clásico como una cristalización de las fantasías de poder y dominación sobre la mujer que el hombre victoriano solía guardar en el armario. También es, para todo pre-adolescente frustrado de cualquier época, la confirmación subconsciente de que el sexo es algo oscuro, maligno, tenebroso. Quizá esta capacidad para responder a un tipo muy concreto y extendido de ansiedad sexual es lo que ha convertido al vampiro en un mito tan perdurable. La imagen de Drácula, configurada en nuestro inconsciente colectivo por la Universal, parece ir siempre unida a la figura de una mujer con el camisón abierto y la sangre aún derramándose por su cuello. Al final de la novela de Stoker, Mina consigue escapar a la dominación del vampiro, pero solo con la ayuda de un círculo protector de hombres temerosos de Dios y armados hasta los dientes. Por si fuera poco, Stoker se encarga de subrrayar (por boca de Van Helsing) que la protagonista del relato es una mujer inusualmente fuerte, casi con un punto de masculinidad en su caracter. Por suerte, la posmodernidad se ha encargado de hacer justicia a Mina: The League of Extraordinary Gentlemen contiene, probablemente, el mejor ejemplo de una Mina transformada tras su contacto físico y psíquico con el conde.

Presentar al vampiro como símbolo de dominación no tiene sentido en un mundo post-Buffy. King lo percibió mucho antes, cuando prescindió del ángulo sexual en su relectura confesa de Drácula, El misterio de Salem’s Lot (1975). La saga Crepúsculo comete un aparente sacrilegio al colocar a Edward Cullen, el Neovampiro, en el extremo opuesto al conde de Stoker: el arquetipo no solo ha perdido su quintaesencial componente de dominación sexual y placer abyecto, sino que se ha convertido en un buen chico que aboga por el autocontrol de los impulsos primarios. El papel de objeto de deseo se reserva, paradójicamente, al Jonathan Harker (o Arthur Holmwood) del relato, el licántropo Jacob. Pero, sobre todo, el foco principal se coloca sobre Bella, la mujer, que renuncia a su rol de víctima indefensa para erigirse en auténtica dominadora del elemento masculino. Al fin y al cabo, es ella quien insiste en permanecer al lado de Edward… y es él quien se niega a morderla y está dispuesto a hacer todo lo posible por proteger su alma cristiana. Eclipse, la tercera entrega literaria y cinematográfica, versa sobre la decisión de ella: una vida eterna regida por los valores tradicionales (Edward) o un abandono efímero a los placeres de la carne (Jacob). Más allá de cualquier otra consideración, es ella quien elige con qué monstruo deberá quedarse. Y si al final se decide por el Neovampiro no es solo por amor (esa capacidad que Drácula les negaba a sus víctimas), sino por su deseo de ser alguien diferente, alguien mejor. En suma, por su deseo de acceder a esa fantasía de poder que, hasta hace unas pocas décadas, pertenecía exclusivamente al público masculino.

Por desgracia, la estructura básica de la saga es bastante menos interesante que el subtexto que fluye bajo ella. De hecho, la Bella de Eclipse parece quedar reducida al mero estatus de plot device en los tramos más emocionantes de la narración. Quizá podamos reprocharle a Stephenie Meyer su torpeza a la hora de desarrollar los puntos álgidos de su épica sentimental, aunque también hubiera sido deseable que llevase su rompedora, feminista lectura del mito vampírico hasta sus últimas consecuencias (una vez más, para eso ya tenemos a Joss Whedon). En cualquier caso, me quedo con algo que Lindyhomer supo detectar en la polémica sobre esa supuesta celebración del modo de vida mormón que destila la saga: los lectores victorianos de Drácula podían hallar generosas dosis de transgresión en la identificación del vampiro con una forma especialmente perversa de libertinaje, los guardianes de las esencias actuales se rasgan las vestiduras al pensar que sus hijas están siendo expuestas a una obra de propaganda a favor de la castidad. El terror es un género en constante proceso de mutación, pero siempre se las ingenia para ser un elemento desestabilizador e indeseable para el statu quo.

3 comentarios leave one →
  1. 15/07/2010 12:48 pm

    Qué artículo tan interesante! Estoy totalmente de acuerdo con lo que escribes… de hecho yo había hecho en alguna ocasión unas reflexiones similares. Sólo discrepo en que The League of Extraordinary Gentlemen haga justicia a nada, siempre me ha parecido un despropósito.

  2. Noel permalink*
    15/07/2010 12:55 pm

    Bueno, se me olvidó aclarar que me refería al cómic de Alan Moore y Kevin O’Neill, no a su decepcionante adaptación al cine.

  3. 22/07/2010 1:22 am

    Tengo pendiente escribir sobre el tema, señor Noel, pero lo que cuenta me parece acertado. Es normal que Bella renuncie a un calentón y a ser una potencial desfigurada por una colección de superpoderes, sin contar con el verdadero amor (programación de género estándar, vaya por dios). Sin embargo, insisto en que el principal éxito de esta saga está en Amanecer y en la ristra de bizarradas consumidas previamente por un amplio espectro de féminas. Créame, las damas están hechas para el terror 😉

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